domingo, 20 de noviembre de 2011

El arte de la manipulación

La manipulación, un arte sutil que desde la antigüedad ha sido un factor común a generales, reyes, señores de la guerra y políticos insignes de todos los Reinos que han querido alzarse con el dominio de la tierra y de sus gentes para alterar el transcurso de la historia.
Manipular es la capacidad para interferir en los pensamientos de otros y malearlos a tu antojo. Y no hay mejor manera para cambiar la mentalidad de un hombre que el condicionamiento. El condicionamiento se basa, en resumidas cuentas, en la asociación entre estímulos para provocar una respuesta emocional.
La mejor forma para manipular a una persona es atacar a sus emociones: creando una imagen emocional agradable, o por el contrario una completamente aborrecible; dependiendo de lo que se desee obtener. Emparejando diferentes estímulos podemos conseguir nuestro objetivo de manipular las emociones de la muchedumbre.
El arte de la manipulación es un proceso complicado, pero procuraré que algunas de sus herramientas queden un poco más claras a modo de prevención.
Podemos empezar con el arma más mortífera de estos sofistas contemporáneos:

El discurso
El manipulador o demagogo cosecha sus frutos mediante la oratoria. Para ello hace gala de ciertos recursos de lo más variados dependiendo de cuál sea su intención.
• La adulación y el exaltamiento, es fundamental para mantener una fachada de seguridad entre los miembros del grupo.
• El argumento de autoridad, consiste en tratar de otorgar más validez a un argumento por la reputación y méritos de aquellos que lo respaldan.
• El argumento social, parecido al argumento de autoridad; en este caso se intenta conferir más validez al discurso por el número de apoyos que recibe.
• La minimización de los errores propios, los errores cometidos por uno, o por un grupo, no tienen importancia comparados con las que cometen otros.
• La creación de prejuicios, prejuicios sobre los demás que induzcan a pensar de manera favorable hacia unos y de forma abominable hacia otros, llegando al punto de malignizarlos o incluso de despersonalizarlos del todo.
• La presión social, amenaza con castigos y con el ostracismo a los disidentes dentro de una comunidad.
• La difamación, es un juicio público destinado a perjudicar la fama de las personas.
Pero todo esto no sería posible sin antes apuntar con el dedo a un...

Un enemigo común
No hay nada que una más que sentirse amenazados por un enemigo común: eso nos da una sensación de igualdad y de fraternidad con aquellos que sufren la misma situación. Todos los afectados por esta paranoia, por este prejuicio, serán receptivos a un argumento social y de autoridad del manipulador. Este es el poder del rebaño cobarde que ataca por prevención.
Cualquier enemigo dejará de ser un hermano, un vecino, un aliado, una persona; el manipulador se encargará de cosificarlo, de rescindir y de mutilar cualquier parecido con él. De convertirlo en algo con quien la multitud no pueda identificarse. Cuando se implante esta idea y la antipatía sea colectiva, no quedará ningún resquicio de remordimiento para las masas. El mal se habrá banalizado.
Pues es cierto que…

La unión hace la fuerza
Y para conseguir esa unión el manipulador exaltará y adulará los valores tradicionales de aquellos a quienes quiere convencer. No hay nada más seguro para un pueblo que moverse por sus raíces, por más corruptas o fraudulentas que fueran. El pueblo adora los tiempos pasados porque el futuro es incierto, y todo lo desconocido les aterroriza. Aquí radica la clave del prejuicio.
La memoria de los antecesores es una pauta a seguir, y aunque a veces puede tornarse en obstáculo, el manipulador sabrá hacer una reinterpretación de las costumbres tradicionales para añadir nuevos elementos, de modo que un gran cambio se antoje una sucesión lógica.
Así, lo propio e interno se refuerza, en apariencia, mientras que todo lo ajeno es peligroso y dañino. La misión del manipulador será alargar esta distancia hasta el punto en que parezca algo irreconciliable. Y en esta línea, todo manipulador sabe que…

El miedo es el mayor aliado
Sólo nos preocupa aquello que nos amenaza; lo que tememos. El temor a lo desconocido es imprescindible para el propósito de la manipulación. Piensa mal y acertarás es la consigna y el mayor prejuicio que esgrime el manipulador, y lo hará valer en aquellos a quienes ha seleccionado como contrarios.
Después de haber escogido a un enemigo y de haberlo colocado en un puesto de oposición y de humillación, el manipulador utilizará el miedo que ha sembrado para mantener el control.
Quizá surjan descontentos y personas que perciban el fraude. Para hacerles entrar en razón el manipulador concibe varias maneras. La coacción grupal: la presión social suele acallar la mayoría de los levantamientos, y si no utilizará la difamación y la elaboración de prejuicios contra los discrepantes, que combinados con el elemento anterior son generadores de pánico.
El manipulador tratará de conservar su reputación impoluta con la ayuda de uno o varios subalternos: perros gorileros que representan los aspectos más despiadados de su movimiento. Mientras tanto, él se mantendrá al margen de la toma de represalias y procurará minimizar los errores que cometan sus vasallos. Así pues, él instará a la paz y a aliviar las hostilidades mientras que sus leales cometen atropellos para preservar el control.
En eso reside…

La importancia de ser amado
El manipulador es alguien públicamente infalible, que hace lo más beneficioso para su comunidad. Se mantendrá alejado de la polémica, y en el momento en que estalle, sus fieles desviarán la atención de él adoptando una actitud extrema y fanática con la intención de redirigir el odio popular.
El paripé está servido: ahora el manipulador interpretará la administración de un correctivo público y se arropará de los valores tradicionales para recuperar la confianza del grupo. Este teatrillo causará una imagen de conciliación que le conviene vestir al manipulador.
Ante todo, el buen manipulador no se permitirá alardes de autoridad. Sus exhibiciones habrán de ser las justas, de tal manera que cuando las haga parezcan algo insólito y completamente justificado y merecido. Para recordar su hegemonía están sus perros gorileros, los más ambiciosos de la gloria que el manipulador tan astutamente ha cosechado.

Sólo se confía en uno mismo
El manipulador puede dar oportunidades, pero no deposita fe en los demás. Actuará y aparentará ser dadivoso y comprensivo. Igualmente, desconfiará de todos; sobre todo de los más cercanos a él. Después de todo, los rivales son predecibles –pues siempre tratan de perjudicarte-, pero no un aliado.
El miedo a la soledad y a la marginación que infundirá en sus perros gorileros logrará que se mantengan a su lado pese a las adversidades, temerosos de ser aislados en el momento crítico en que se separen, fracasen o se enfrenten fuertemente a él.
Nadie debe olvidar que dependen de él para ser quienes son. Lo necesitarán, porque sin él sus enemigos de dentro y de fuera no dudarán en herirles y degradarles. La competición por el favor de las masas será una realidad, y si la atención no se centra en el enemigo común, los defectos del manipulador cada vez serán más visibles y se producirá el cisma.

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